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Motochorros: basta de impunidad

Es muy habitual observar continuas informaciones sobre asaltos de rateros y punguistas y ataques de motochorros en la ciudad de Buenos Aires. Merced a la información suministrada por el mapa del delito elaborado por el gobierno porteño, se puede confirmar que no se trata de una sensación, como algunos exfuncionarios pretendían hacer creer falseando groseramente las cifras de la delincuencia. Por el contrario, las estadísticas, que hoy sí se confeccionan y difunden, demuestran que esos delitos existen y reflejan una situación delicada.
En 2018, se registraron 70.648 asaltos: 3% más que en el año anterior. En tanto, los robos con motos involucradas se incrementaron más del 10% en los últimos dos años. Estos datos surgen de las estadísticas del Ministerio de Justicia y Seguridad de la ciudad, que difundió el Informe de Estadística Criminal 2018 (mapa.seguridadciudad.gob.ar/assets/informe.pdf). Según estos guarismos, en el segundo semestre del año último se concentró la mayoría de los robos de motochorros. Los números acumulados señalan que hubo un promedio de 30 ataques en moto por día.

Otro aspecto preocupante es el aumento también de los robos violentos en la ciudad: crecieron el 3,44% en 2018. Estos hechos se dieron sobre todo en los barrios de Palermo, Balvanera y Flores. Si se toma en cuenta la relación entre casos y la cantidad de habitantes, el barrio de San Nicolás, con su zona bancaria, Tribunales y el microcentro, ocupa el primer lugar.

El único dato positivo está centrado en el robo de automotores, que, según este informe oficial, se redujo el 8,7% respecto del año pasado.

El asalto por parte de motochorros es uno de los más comunes y de los que más preocupan a los vecinos. En 2010, hubo intentos de limitar la actuación de los motochorros con un proyecto de ley promovido por el oficialismo en la Legislatura local con el fin de prohibir la circulación de a dos personas en motos en un perímetro delimitado por las avenidas Córdoba, Rivadavia, Alem y Pellegrini.

La iniciativa, además, obligaba a los motociclistas a vestir un chaleco reflectivo con el número de patente en la espalda, medida que, si bien difícilmente fuese una solución porque es poco probable imaginar a los delincuentes cumpliendo esa norma, era un intento de poner freno a los robos. Sin embargo, ese proyecto, de carácter paliativo, no prosperó.

La actuación de los motochorros se ha caracterizado por la violencia, pues el arrebato se basa en la combinación de brutalidad y efecto sorpresa, provocando lesiones a las víctimas.


Es imprescindible que las autoridades y las fuerzas policiales aborden con seriedad estos temas para poner un freno real a delitos que hasta hoy siguen gozando de una impunidad temeraria.

Fuente: La Nación

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